Espinas desangradas
ni las cadenas de espinas desangradas
las que hieran, con ardor de madrugada,
tu cuerpo en mi cama inoportuna.
No serás quien deje las cenizas
de la noche en mis frías sábanas,
ni seré yo un invento de fulana
pretendiendo el botón de tu camisa.
Pero será tu boca, tu lengua de fuego,
tu lascivo deseo, tu llama encendida,
la que gane la partida en este juego
de desnudarme aunque esté vestida.
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